Las tierras arrasadas./Emiliano Mongue.
Narrar la tragedia.
“No escuchábamos ya
nada. Hasta creímos que nos
iban a dejar ahí para
siempre. Ahí tirados en el suelo,
sobre el fierro caliente,
boca abajo. Así estuvimos, acabándonos el aire.
Esperando lo que fuera”.
Narrar la tragedia sin
caer en lugares comunes es un ejercicio del que no siempre se sale
airoso. Sin embargo, la prosa de Emiliano Mongue da sobradas pruebas
de tener los elementos y el talento necesarios para abordarlo.
Cargada de una potencia que por momentos roza lo sublime, esta pieza
de relojería es una de las mayores joyas literarias de 2016.
Y es que Mongue ha puesto
la mirada en esas historias que parecen no ser vistas. Historias
negadas y escondidas detrás del velo de una sociedad caníbal. Pone
el foco en lugares incómodos. Va como un cronista, detrás de esos
testimonios que nos hablan de otros mundos, donde los muros se han
convertido, en los quijotescos molinos del nuevo siglo. Por eso
impresiona con este relato crudo y siniestro. Donde el devenir de
quienes la transitan está impregnado en cada línea de esta
increíble novela.
Y es que la potencia
narrativa que Emiliano Mongue utiliza, nos obliga a la reflexión, no
solo de la cruda historia que relata, también nos envuelve en un
ejercicio de la lengua de la que sale victorioso. Sabe que decir,
sabe cómo hacerlo y como conseguir que el lector se vea inmerso en
un texto construido magistralmente. Logra involucrarnos con ese
paisaje hostil que nos habla de batallas imposibles, y de cómo ese
paisaje se vuelve un protagonista activo, un testigo privilegiado del
pánico de los rostros que huyen de un destino difícil, sin saber,
que pronto serán presas de un futuro devastador.

Pero hay una historia que
contar. En la profundidad de la noche. En el silencio espeso de la
selva se inicia la tragedia. Los reflectores se encienden y dejan
paralizados a ese grupo de inmigrantes que no son más que una
avanzada de almas penando. Ese es el inicio. Pronto serán presas de
sus captores. Pronto serán reducidas a simple mercadería. Pronto
sus sueños y esperanzas se verán perdidas. Y la violencia será el
escenario donde todo suceda.
Un
coro de voces que se alternan. Como si de una tragedia griega se
hablase, Emiliano Mongue introduce, en sus Tierras arrasadas,
fragmentos de la Divina comedia y citas de testimonios de
centroamericanos de paso por México y en busca del sueño americano.
Declaraciones de migrantes que fueron víctimas de las mafias que
trafican personas en la frontera entre México y Estados Unidos. Y
desde ahí construye página a página un relato salvaje e hipnótico,
que nunca pierde su potencia lírica ni su fuerza poética,
característica en la obra de Mongue.
Pero en medio de esta
tragedia existe también una historia de amor entre dos marginales,
Epitafio y Estela, responsables de una red de tráfico de personas.
Jefes de una banda de secuestradores, que desbordados por sus propios
fantasmas, arrastran como pueden la cruz de sus destinos. Ellos
esperan en la oscuridad de la selva la llegada de quienes cruzan la
frontera en busca de un destino mejor. Epitafio y Estela no dudan en
deshumanizarlos, en arrasar con sus identidades y su futuro. En
repartir y seleccionar el botín.
Esta novela ganadora del
IX premio de novela Elena Poniatowska, aborda quizá una de la
mayores tragedias del nuevo siglo, la migración desesperada de miles
de desposeídos que corren en pos de un lugar en el mundo, de una
esperanza cada vez más lejana. El retrato de una sociedad que parece
estar en caída libre, y que responde a los mandatos de la selva sin
reparar en las consecuencias, ni las propias, ni las ajenas.
Hoy que el mundo habla de
muros como fronteras, parece más que propicio el abordaje de esta
intensa y brutal novela, en la que Mongue vuelca todo su talento de
narrador. Logra incomodar. Nos habla de una Latinoamérica desigual,
donde el horror, la soledad y la desesperanza parecen ser moneda
corriente. Un relato tan visceral como memorable. Donde los hombres
se desmoronan y las voces parecen olvidarse poco a poco.
Con un estilo notable.
Con un cuidadoso y delicado trabajo narrativo. Con la ficción y la
realidad entremezclándose en cada página, Las tierras arrasadas
logran mostrar con crudeza la cara dura y miserable de nuestra era.